dimarts, 8 de gener del 2008

Sobre imperialismes lingüísticament indiferents

És força curiosa la tendència dels analistes de la política lingüística de fixar-se sobretot en les polítiques explícitament lingüístiques, com si fossin les més importants per a la transformació de la realitat lingüística. Cada vegada estic més convençut que no és així: les polítiques lingüístiques més efectives són les menys explícites. I encara més: diria que les polítiques lingüístiques explícites tenen un fort component de les vincula als drets humans. Per menyspreable que pugui semblar avui la política jacobina de la França Revolucionària, és cert que va de la mà d'una voluntat d'extensió d'alguns drets polítics a capes de població que abans no en gaudien. Que els Robespierre o els Ferrer i Guàrdia no sabessin desfer-se de les ideologies lingüístiques imperialistes és tota una altra qüestió.

L'exemple de la castellanització d'Hispanoamèrica és un exemple fantàstic de polítiques no lingüístiques amb resultats glotopolítics evidents. Són molts els autors que afirmen que els colonitzadors no van practicar una política lingüística explícita de castellanització, i en certa mesura era així: no és fins a l'arribada dels Borbons que el poder mostra interès a imposar la seva llengua de manera sistemàtica. Però el que els conquistadores sí que tenien clar és que pretenien assentar la seva supremacia sobre els indígenes. La llengua, en aquest cas, era un mer instrument suplementari. En aquest sentit, he trobat fascinant el que explica Matthew Restall a Los siete mitos de la conquista española. Nova York: Oxford University Press (2004 [2003]), en parlar del procés de la conquesta castellana d'Amèrica:.

«En cierto sentido, los españoles creían que no había ninguna barrera lingüística real entre ellos y los indígenas americanos, creencia que fundamentó el edicto de 1513, donde se exigía que los conquistadores leyesen una declaración en español a los indígenas antes de atacarlos.17 El documento, llamado Requerimiento, informaba a la población autóctona sobre una suerte de cadena de mando que se iniciaba en Dios, pasaba por el papa y el rey y terminaba en los conquistadores, encargados de ejectuar la donación, por parte del papa, de las tierras y pueblos americanos al monarca español, cesión sancionada por la providencia. Se pedía a los líderes indígenas que reconociesen la autoridad papal y real (es decir, que se rindiesen sin resistencia) y, si no lo hacían, el líder de la expedición debía decirles:

[...] sus Altezas y nos en su nombre, os recibiremos con todo amor y caridad, y os dejaremos vuestras mujeres e hijos y haciendas libres y sin servidumbre, para que de ellas y de vosotros hagáis libremente lo que quisieseis y por bien tuvieseis, y no os compelerán a que os tornéis cristianos, salvo si vosotros informados de la verdad os quisieseis convertir a nuestra santa Fe Católica, como lo han hecho casi todos los vecinos de las otras islas, y allende de esto sus Majestades os concederán privilegios y exenciones, y os harán muchas mercedes.
Y si así no lo hicieseis o en ello maliciosament pusieseis dilación, os certifico que con la ayuda de Dios, nosotros entraremos poderosamente contra vosotros, y os haremos guerra por todas las partes y maneras que pudiéramos, y os sujetaremos al yugo y obediencia de la Iglesia y de sus Majestades, y tomaremos vuestras personas y vuestras mujeres e hijos y los haremos esclavos, y como tales los venderemos y dispondremos de ellos como sus Majestades mandaren, y os tomaremos vuestros bienes, y os haremos todos los males y daños que pudiéramos, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su señor y le resisten y contradicen; y protestamos que las muertes y daños que de ello se siguiesen sea a vuestra culpa y no de sus Majestades, ni nuestra, ni de estos caballeros que con nosotros vienen; y de como lo decimos y requerimos pedimos al presnete escribano que nos lo dé por testimonio signado, y a los presentes rogamos que de ello sean testigos.18

El texto no menciona la presencia de intérpretes, ni hay constancia de que el Requerimiento fuera traducido a las lenguas indígenas. El documento es claramente contraditorio; suele citarse el célebre comentario de Las Casas, donde afirma que el Requerimento "es cosa absurda y estulta e digna de todo vituperio y escarnio e infierno"19» (Restall 2004: 135)

Notes:
17 Greenblatt, Marvelous Possessions, 1991, pág. 98.
18 Existen muchas versiones del Requerimiento, como apunta Seed («The Requirement», 1995, pág. 69).
19 Las Casas hace este comentario en el libro III, capítulo 58 de su Historia de las Indias, 1971 [1559], pág. 196; citado, por ejemplo, en Todorov, Conquest, 1984, pág. 149; Greenblatt, Marvelous Possessions, 1991, pág. 98; y Seed, «The Requirement», 1995, pág. 71.


Si després d'un episodi com aquest algú s'atreveix a defensar que no s'havia deixat clara la relació de domini entre el castellà i les llengües indígenes, francament, que Santa Llúcia li conservi la vista -i que cogui eternament a les calderes de Pere Botero.

1 comentari:

Atka Kevlarsjäl ha dit...

Sembla interessant el llibre aquest que dius. Queda apuntat per a les lectures de l'estiu (de moment encara tinc un munt de llibres pendents rondant pel soterrani...).

I lo de les calderes del Pere Botero m'ha fet molta gràcia :)